Cuando un niño va a estar con Cristo

En los Evangelios aprendemos que en su ministerio terrenal Jesús tomaba en sus brazos a los niños pequeños para bendecirlos. Una vez para dar una lección de humildad y dependencia dijo que si no somos como niños no entraremos al Reino de Dios. Por eso hoy al despedir a un niño con facilidad lo imaginamos sentada en las rodillas del Maestro, mientras es rodeado por sus brazos y entre sonrisas imaginamos el tierno momento de dicha en la presencia del Señor.
Quienes han perdido a un hijo seguro le amaron desde antes de nacer, luego quienes somos amigos podemos acompañar a nuestros hermanos y amigos en la tristeza de la breve y circunstancial separación, pero sobre todo en el amor y la esperanza, y en esa gozosa seguridad de que su niño no está en un limbo, sino en la mismísima Presencia de Dios, aquella que anhelamos y por la que vivimos. Creemos en aquél que dijo “Dejad a los niños venid a mí y no se lo impidáis porque de los tales es el Reino de Dios”.
Recordemos al Rey David, quien tuvo tristeza y sufrió una herida real y profunda cuando su pequeño partió, definitivamente el corazón del cantor de Israel fue quebrantado, pero no sufrió como quien no tiene esperanza. Él dijo que no podía retornar al niño a la vida terrenal, pero fue consciente de que sí que podía vivir para Dios y así ser reunido con su pequeño en la eternidad.
No siempre conocemos los planes de Dios o los por qué de las cosas, pero sabemos que Dios nos ama y que nosotros le amamos a él, que aún sin entender confiamos en Cristo y su obra de salvación, esperamos el día en que veamos la obra de Dios culminada es allí cuando el rompecabezas de nuestra existencia terrena dejará ver su sentido, o cuando el bordado de nuestra vida ofrecerá su cara externa y conoceremos su obra perfecta, mientras nosotros ponemos nuestra fe en Cristo y creemos en el sobrenatural consuelo del Espíritu Santo, ese que no podemos dar nosotros los hombres pero que viene de Dios. El Consolador que nuestro Salvador nos envió para que esté con nosotros para siempre.
Que la Paz y el consuelo de Dios sea sobre ustedes.