lunes, 23 de junio de 2008

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MDI. Centro Cristiano de Los Teques
Pastores José y Marvely de Piñero

Avenida José Arvelo o Francisco de Miranda, a 60 mts de la Plaza el Rincón Bajando por la avenida de retorno a Los Teques, al lado de la Antigua fábrica Lanex y Silka. Edificio Centro Cristiano de Los Teques, Los Teques Estado Miranda Venezuela.


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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Queridos hermanos y amigos Jhon y Evelin de Perez, expreso en estas breves lineas nuestro sentimiento hacia vosotros ya que nos hemos unido en oracion para que el Señor traiga sobres sus vidas fortaleza y consuelo en este momento tan dificil por el que estan pasando,refrescando tambien a travez de esta pagina que Dios esta con ustedes y no los a dejado en ningun mometo aunque en nuestra naturaleza humana no logramos entender el Soberano Dios es quien toma el control de todo. sigan adelante la PASTORAL JUVENIL les saluda en el nombre del Señor. Dtb

Anónimo dijo...

FE PARA VENCER
"Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" (1 Juan.5:4,5).
Se nos dice en este texto que mediante la fe el creyente puede tener victoria absoluta contra sus enemigos. Quienes hemos abrazado el evangelio, peregrinamos en ruta al cielo. Todos los que hemos sido llamados a participar de la herencia de los santos en luz tenemos, también, un enemigo común, identificado aquí por el apóstol Juan como el mundo. Mientras nos dirigimos hacia el cielo el sistema mundano procura estorbar nuestro camino. También el diablo y nuestra propia concupiscencia nos son contrarios, pero el apóstol aquí resume todo con la palabra mundo.
No nos es posible -ni se demanda de nosotros- eliminar a nuestros adversarios, pero sí podemos vencerlos. A fin de que vivamos una vida en victoria y arribemos victoriosos a nuestro destino final, se nos ha dado un arma poderosísima, no se trata de armas carnales, es a saber, nuestra fe, y así, haciendo el uso adecuado de la fe, ningún enemigo nos podrá vencer.
Nacido de Dios es una expresión dirigida al creyente en Cristo, y el apóstol Juan la emplea en varias ocasiones. Siete veces en total, utiliza este noble y honroso título para referirse a los creyentes en Cristo. Por supuesto, se refiere a alguien que ha sido regenerado, una nueva criatura, que ha nacido del Espíritu, y crece para conformarse a la imagen de Cristo. Se trata de la persona que posee una naturaleza derivada del Señor Jesucristo.
Los nacidos de Dios poseen la naturaleza divina. Los nacidos de Dios tienen el Espíritu de Jesucristo. Uno de los títulos que el profeta Isaías da al Mesías en Isaías 9:6 es –precisamente- "Padre eterno". Los cristianos son nacidos del Espíritu. Son nacidos de Dios por la obra del Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios. Nuestro Señor –hablando acerca de Su pueblo- dice: "He aquí, yo y los hijos que Dios me dio" (Hebreos 2:13). El creyente, que ha sido engendrado de Dios posee una marca especial: Vence al mundo. La clave para obtener esa victoria es nuestra fe.
Todos los seres humanos son criaturas de Dios, ninguno existe sin que Dios lo haya creado; pero "nacido de Dios" se aplica únicamente a quien es una nueva criatura en Cristo (Vea 2 Corintios 5:17). La persona creyente recibe dos cosas en esa regeneración perfecta: Vida espiritual y semejanza al Hijo de Dios. Vida, no simple existencia, vida en el espíritu, pero no sólo vida, sino también semejanza a Dios. Ambas cosas se reciben: vida y semejanza. Ser nacido de Dios es tener la vida espiritual y la semejanza en santidad, en carácter, con nuestro Señor Jesucristo. Ambas cosas son necesarias e indispensables.
En el principio, cuando Dios creo al hombre, dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza" (Génesis 1:26). Así los creó Dios, pero el hombre cayó en pecado y esa imagen y semejanza fueron distorsionadas. Por eso, para poder ver y entrar al reino de Dios, al hombre le es necesario nacer de nuevo, nacer de arriba, nacer de agua y del Espíritu. Aquel que estaba muerto en sus delitos y pecados, pero que ahora tiene novedad de vida y semejanza a Cristo no es otro que el "nacido de Dios". Muchas personas dicen que creen en Dios. Muchos alegan que son hijos de Dios. Dios es el Creador de todas las cosas, Dios los creó, pero si no se nota en ellos la semejanza en santidad del Señor Jesucristo, tenemos que concluir que no tienen vida espiritual.
Ser nacido de Dios es una condición tan privilegiada que sólo los elegidos de Dios pueden recibir. El ser nacido de Dios es algo tan profundo en el alma de un individuo que la Escritura lo llama "nueva criatura". Ser nacido de Dios resulta en un cambio interno, en el alma, en el corazón, en los afectos, en las emociones, en la voluntad; un cambio tan completo y profundo, que es pasar a una nueva existencia, una nueva forma de vida, una nueva manera de hablar, de conducirse, unos nuevos anhelos y aspiraciones "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas"(2 Corintios 5:17).
Ser nacido de Dios es recibir en el alma la simiente celestial. Un nuevo principio de vida, una norma de vida opuesta a la anterior. La obra del Espíritu Santo en una persona produce un cambio perceptible en su carácter y conducta. No podrá esconderse, porque la gracia de Dios es como el fuego o la luz que no puede esconderse. Un nacido de Dios estará en continuo progreso espiritual, luchando contra el mal y procurando hacer el bien. El apóstol Pablo nos llama la atención respecto a su propio desarrollo espiritual en 1 Corintios 9:26,27: "Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera golpeo, no como quien golpea al aire, sino que trato severamente a mi cuerpo y lo pongo en servidumbre...".
Pablo golpea su cuerpo, golpea su naturaleza carnal, su yo pecaminoso, no le da lo que quiere, lo pone en servidumbre, lo usa para lo que es bueno y conveniente, como esclavo de la verdad, para hacer justicia y obrar el bien. La nueva naturaleza que se nos ha comunicado no es para estar ociosos. "La fe sin obras es muerta". La fe se muestra por las obras. La fe se muestra por la obediencia a Cristo. Poseemos la nueva naturaleza no para no hacer nada confiados en una falsa esperanza, "Porque la gracia de Dios se ha manifestado para ofrecer salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente" (Tito 2:11-12).
Esta gracia que poseen los nacidos de Dios es un principio vital, no una simple y ligera disposición, una profesión vacía. Es un ir edificándose, hasta llegar a la estatura de un varón perfecto. Es novedad de vida, una nueva criatura, una nueva naturaleza, nacido de Dios. No hay efecto sin causa. Si alguien ha nacido de Dios se conocerá por su carácter y conducta. Una causa espiritual en el alma producirá efectos espirituales. Así como el árbol se conoce por los frutos, lo mismo en el ser humano, si ha nacido de nuevo, el primer fruto procedente del Espíritu: Amor. Amor hacia Dios y hacia sus hermanos.
Ser nacido de Dios es tener la vida que imparte el Espíritu y el irse conformando a la semejanza de Jesucristo. Lea Efesios 4:17-24. Esto es tener la naturaleza divina, la cual se manifiesta en vivir y andar en una manera piadosa. Aquel que -en verdad- posee la naturaleza divina...
Vence al Mundo. "Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo" (:4). Esta es la marca especial de un nacido de Dios: su victoria sobre el mundo. ¿Cómo podemos conocer a un nacido de Dios? Aquí está la clave: El nacido de Dios vence al mundo. La única prueba cierta de la regeneración es la victoria contra el mundo, las cosas que están en el mundo, los deseos de la carne, la codicia de los ojos, y la soberbia de la vida. Nadie tiene que engañarse a sí mismo, porque la evidencia de poseer la gracia de Dios es la victoria sobre el mundo.
Cristo nos ha limpiado, Dios nos ha justificado y, además, nos ha dado el poder para vencer al mundo, para librarnos del dominio del mal. El término mundo -en este caso- se refiere al mundo corrupto, opuesto a Dios, lleno de codicias y pecado, es el reino espiritual de maldad, es el espíritu que opera en los desobedientes en contra de Dios.
En lo físico, cada época se caracteriza por tener sus propias epidemias y enfermedades, así también en lo espiritual. El pecado más prominente de esta época es la mundanalidad, la sensualidad, el dar riendas sueltas a los deseos mundanos, el amor a las cosas del mundo, la codicia de los ojos, la vanagloria de la vida. Este es –en la actualidad- el peor enemigo de la iglesia. En esta época, muchos como Demas se han apartado amando a este mundo. Otros quieren mantenerse con un pie en la iglesia y el otro en el mundo. Procuran realizar lo imposible: Asegurar la salvación sin perderse de los placeres del mundo. Servir a Dios y a las riquezas ¡Qué ironía!
La influencia sutil y perniciosa del mundo continúa infectando hasta el aire que respiramos. Las cosas de este mundo: El consumismo materialista, la auto complacencia, la satisfacción de los deseos codiciosos, la multiplicación de las diversiones y entretenimientos mundanos, el libertinaje para hacer cada quien lo que le da la gana, sin importar para nada los valores de la moralidad, el profundo y fuerte deseo que tienen todos los hombres de la fama, de ser vistos y admirados por los demás, todas esas cosas, constituyen la poderosa atracción del mundo, el cáncer espiritual de la época.
Un verdadero cristiano, un nacido de Dios, es uno que se esfuerza diariamente por obedecer la Palabra de Dios, es uno que prueba la realidad de su fe por medio de la obediencia. No puede ser indiferente. No se engaña a sí mismo.
Un nacido de Dios tiene una lucha continua diaria contra el mundo, y vence las tentaciones que el mundo le ofrece, porque está comprometido con Cristo, deseando agradar a su Señor. Dice NO a las vanidades de este mundo. Se viste decorosamente para no provocar a los hombres. No corre en el mismo desenfreno de disolución que los hombres de este mundo. No evade los impuestos para aumentar sus posesiones. Si es nacido de Dios no sucumbe ante las proposiciones corruptas del mundo. Se opone a hacer lo incorrecto, porque prefiere ser pobre en la casa de Dios, que un rico impío.
El hombre del mundo no puede sentirse bien si no tiene lo que tienen los demás. Si no hace lo que hacen los otros, si no habla como hablan los otros, si no usa lo que usan los otros, si no tiene los lujos, el carro, la casa, etc. que tienen los otros, no se siente bien. La envidia lo mata. Pero el que ha nacido de Dios dice a esas cosas: NO; ¡Vence al mundo!
Hay cosas que en sí mismas no son malas ni buenas. Hay otras que son buenas, pero no debemos abusar de ellas, porque tal abuso las convierte en dañinas para nuestras almas. Es bueno comer, pero la glotonería es pecado. Dios instituyó el trabajo, pero para el creyente, ausentarse del culto por razones de trabajo no es bueno. Cualquier cosa del mundo que produzca placer debe ser tomada con temor, con moderación, porque si usted se lleva de que porque tal cosa no esta condenada en las Escrituras entonces puede participar hasta la saciedad en ella, estará perjudicándose a usted mismo y a otros.
El apóstol Pablo dice: "Todas las cosas me son lícitas, ero no todas convienen". Cualquier cosa de este mundo que nos produzca placer debe ser usada con prudencia, con moderación. Es muy posible que si usted hace todo lo que le es permitido, haga más de lo que debe.
El nacido de Dios es una persona que sabe decir NO al mundo y sus cosas. Está en este mundo, pero no es de este mundo. Hace un uso moderado de las cosas comunes, no las usa como las usan los hombres del mundo. Procura no abusar de ellas, ni hacerse esclavo de ellas. Vence al mundo. Se deja guiar –no por la opinión de los hombres- sino por la sabiduría de Dios. El que ha nacido de Dios, nació y vive con el objeto de agradar a su Señor. Pone su mirada en las cosas de arriba, no en las de la tierra. La marca distintiva de un nacido de Dios es ésta: Vence al mundo. La clave de esa victoria es...
Nuestra Fe. "Y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" (:4,5). Sencillamente, el secreto de la victoria del nacido de Dios es nuestra fe: Creer que Jesús es el Hijo de Dios y obedecerle. Los que tienen fe en Cristo comprenden las realidades de las cosas invisibles, están persuadidos de que hay un mundo invisible que es mucho más excelente que éste; saben que este mundo es temporal, que es sólo un breve tiempo. Los nacidos de Dios saben que Cristo vino a este mundo a rescatar a Su pueblo para llevarnos a la gloria.
Dios les ha dado el don de la fe para creer, por eso pueden discernir aún las cosas que no se ven. Aman a Cristo sin haberle visto. Todo lo que saben de Cristo el Espíritu Santo se lo ha comunicado mediante la Palabra de Dios. Tienen confianza en aquel que dijo: "El cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán". La causa de su victoria sobre el mundo es la convicción de la obra salvadora de Cristo.
La fe es, pues, el recurso mediante el cual los cristianos tienen una victoria segura sobre los ataques del mundo. Históricamente ha sido así, porque es lo que Dios ha establecido: "El justo vivirá por la fe", y en Su Palabra nos ha señalado los ejemplos de otros creyentes que en la antigüedad le glorificaron, manteniéndose firmes en sus convicciones "como viendo al Invisible", confiando en sus promesas y dependiendo totalmente de Él. Todos sus logros -dignos del reconocimiento y la alabanza de Dios- los alcanzaron mediante la fe, y "sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay y que es galardonador de los que le buscan" (Hebreos 11:6).
"Mediante la fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, escaparon del filo de la espada, se revistieron de poder, siendo débiles, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron torturados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos con pieles de ovejas y de cabras, menesterosos, atribulados, maltratados, de los cuales el mundo no era digno..." (Hebreos 11:33-38).
Hermanos, el amor al mundo, el no estar haciendo un uso adecuado de la fe para la conducción de la vida, es lo que está produciendo muchos profesantes vacíos y pocos cristianos verdaderos. Sin lugar a dudas, el amor por las cosas que se ven, el ocuparse en satisfacer los deseos de la carne, los deseos de los ojos y participar de la vanagloria de la vida es la causa por la que hay mucha gente que dice: "soy cristiano", hombres y mujeres que profesan piedad, pero niegan la eficacia de ella.
Todo el que se declara "cristiano" se supone que le ha declarado la guerra al mundo. Muchos son los que salen al campo de batalla contra el mundo, pero muy pocos salen victoriosos. El mundo los atrae, los envilece, caen ante su sugestión, derrotados ante su atracción. La vida cristiana es considerada una carrera y una lucha, en la cual hay que esforzarse.
El apóstol Pablo nos habla de ello en 1 Corintios 9:24,25 "¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos ciertamente corren, pero sólo uno se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, en todo ejercita el dominio propio; ellos, en verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible". El asunto es que todos tienen el deseo de ser felices, pero muy pocos entienden que la verdadera felicidad es una consecuencia de vivir agradando al Señor, guardando sus mandamientos, y "sin fe es imposible agradar a Dios".
Muy pocos tienen el coraje, la valentía y la firme resolución de imitar la santidad de Dios. Jamás podrán, por tanto, vencer al enemigo, cuando el enemigo se presente a la puerta de los malos deseos con sus ofertas de placer y de riquezas. Sólo los "nacidos de Dios", que hacen un uso correcto de la fe, aplicándola a todos sus asuntos conforman el estrecho círculo de los vencedores contra el mundo.
Si eres nacido de Dios (creyente en Cristo), procura manifestar la vida y la semejanza de Cristo. Debes considerar al mundo no simplemente como contrario a la fe, sino contrario a tu propia naturaleza, porque ahora posees la naturaleza divina. El Espíritu de Dios mora en ti. El mundo debe ser para nosotros lo contrario a nuestra más alta aspiración. El texto nos dice que "Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo", esa es tu naturaleza. ¿Cuál es la victoria que ha vencido al mundo? Nuestra fe, creer que Jesucristo es el Hijo de Dios.
Si aún desconoces lo que es haber "nacido de Dios", te invito a que reflexiones sobre tu estado espiritual ante Dios, tu urgente necesidad de vida espiritual en Cristo. Sólo los nacidos de Dios pasarán la eternidad en el cielo junto a Dios, su Hijo y Espíritu así como todos los redimidos. Mientras estás vivo o viva, aún estás a tiempo para "buscar de Dios mientras puede ser hallado".
El Dios Creador nos ha dado una nueva naturaleza. Ahora somos nuevas criaturas. Quien se amista con el mundo se constituye enemigo de Dios. Estará actuando contra su propia esencia, opuesto a su propia creación. Por tanto, esfuérzate por manifestar la vida y semejanza de Cristo, en todo cuanto hagas, o esfuérzate por buscar de Dios mientras te queda tiempo.
Luis Garrido.

Anónimo dijo...

“ Y los que son de Cristo, ya han crucificado la naturaleza del hombre pecador junto con sus pasiones y malos deseos. Si ahora vivimos por el Espíritu dejemos también que el Espíritu nos guíe. No seamos orgullosos, ni sembremos rivalidades y envidias entre nosotros. Gálatas 5:24-26.

Hoy necesito reconocer que la facilidad para sentirme herido, intimado, ofendido o enojado es realmente la manifestación de una vida egoísta. Ando en mi propio camino y creo que no es justo lo que acontece o que no estoy ocupando el lugar o la posición que yo creo que merezco. Sentirme aislado, golpeado, ultrajado o incomprendido es la prueba de lo que el hombre no regenerado probará en el infierno.

Hoy necesito entender que sólo uno de dos poderes podrá vivir dentro de mi. Uno es el poder de la cruz y el otro es el poder del pecado y los dos son altamente exclusivos. El uno no tolerará jamás al otro. O domina el uno o domina el otro.

En relación a lo que veré en otros , hoy debo mirar lo bueno en los otros y no quedar sorprendido cuando encuentro lo malo en ellos y en relación a mi persona necesitó rechazar lo malo y dejar lo bueno que ya el Espíritu de Dios ha estado haciendo en mi.

La Biblia dice que los que son de Cristo y esto está hablando de propiedad, porque precisamente ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, somos propiedad de Dios. Jesús nos compro con su sangre preciosa, ya han crucificado la naturaleza del hombre pecador. Es algo que ya sucedió, hoy lo que necesito es realizar tal obra en mi diario vivir, para poder decir como Pablo, Ya no vivo yo, más vive Cristo en mi.

Ya han crucificado la naturaleza humana con sus pasiones y malos deseos. Esos deseos y esas pasiones ya están bajo control y no debo yo ya ponerme bajo el control de ellas.

Ahora que? Ahora vivimos por el Espíritu y por lo tanto debemos dejarnos guiar por el Espíritu. Hoy mi decisión es dejarme guiar por el Espíritu y ya no por los deseos y la pasiones. Recuerdo cuando no conocía a Dios, mi vida desde la mañana hasta la noche y aún mientras dormía era guiada por las pasiones y los malos deseos….pero ahora, la Palabra me dice que quien me guía es el Espíritu Santo y necesito hoy…..dejarme guiar por el Espíritu Santo.

¿Cuál es mi papel y mi responsabilidad entonces hoy? Mi papel y mi responsabilidad es desojarme de todos los malos deseos y mis pasiones y comprender que ellas ya no tienen dominio sobre mi..porque ahora quien tiene dominio sobre mi es el Espíritu Santo.
Señor. Quiero caminar con el entendimiento bien iluminado de lo que es el poder de la Cruz en mi vida para que el poder del pecado no opere en mi corazón. En la cruz fue llevado no solo mi pecado, pero crucificada mi naturaleza humana. Hoy quiero entenderlo en mi corazón. Amen.